martes, 27 de noviembre de 2012



"Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros." (2a Tesalonicenses 3:16).

Aunque el apóstol Pablo, manda por el Señor, que cada quien trabaje, manda también que trabaje con paz, sosegadamente. No dice que no trabaje duro, sino con paz en su corazón.

De modo que el trabajo duro, no quita la fe, sino que por la fe cada persona puede trabajar con paz en su corazón. De manera que al final dice:

Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz. ¡Cuánto necesitamos esta paz en estos tiempos de estrés! Debemos trabajar duro, pero no con estrés sino con paz en nuestro corazón. Debemos trabajar confiadamente, sosegadamente.

Esto no se logra poniéndonos de acuerdo, sino que es una obra del Señor de paz, nuestro Señor Jesucristo. Si en nuestro corazón está Él, entonces podemos tener paz, Él es nuestro sustentador, nuestro ayudador, nuestra fuerza.

Debemos orar, para que el Señor de paz, nos de paz siempre, en toda manera. La Escritura no sólo nos dice de la paz, sino que nos habla del Señor de paz.

Si el Señor de Paz está presente, las cosas alrededor se someten a Su Señorío, pero principalmente nuestro propio corazón. Si nuestro corazón está bajo el Señorío de Cristo, está bajo el señorío de la paz de Cristo.

A veces, nuestro corazón parece estar bajo el señorío de un tirano estresante, o de los elementos del mundo, que nos dicen que las cosas vienen mal. Lo que vemos, lo que oímos, lo que palpamos nos dice que las cosas no están bien.

Entonces sólo podemos estresarnos. Pero si nuestro corazón está bajo el Señorío de Cristo, es Él quien nos habla y nos imparte Su paz siempre, en toda manera.

Pidamos a nuestro Señor Jesucristo, que estemos bajo su Señorío de Paz, y rindamos nuestro corazón al único que puede bendecirnos con paz, nuestro Señor Jesucristo. Nuestra paz no viene por una cuenta bancaria, sino porque el Creador mismo, cuida de nosotros.

lunes, 3 de septiembre de 2012

No desmayamos


Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la misericordia que hemos recibido, no desmayamos. (2Corintios 4:1)

Todo aquel que ha recibido de Dios un ministerio, es probado muchas veces a tal grado, que puede contemplar la posibilidad de desertar o desmayar.

El Apóstol Pablo lo reconoce, y sabe que esto se debe a que la excelencia del poder es de Dios y no de él o de los otros ministros. Sin embargo, llega a una conclusión: No desmayar.

Pues debido a que el ministerio (servicio a Dios) se recibe por misericordia (no por capacidades propias) entonces podemos seguir adelante. Si el ministerio se tuviera por capacidades propias o por currículum personal, entonces al ver nuestra flaqueza podríamos renunciar, sería quizás válido o justificado.

Pero el ministerio lo recibimos por misericordia, y esto nos da un mejor fundamente para continuar. Pues Dios que nos da un ministerio por misericordia, también nos extiende esa misma misericordia para que sigamos adelante.

No desmayar entonces es la conclusión que llena el corazón del Apóstol Pablo, y es la que debe llenar el corazón de todo servidor de Dios, de todo padre o madre de familia responsable de guiar y cuidar de su familia, y de todo ministro responsable de llevar la Palabra.

No desmayar debe ser la conclusión después de las grandes tormentas que azotan la mente o el corazón.

La conclusión es en plural porque nos alcanza a nosotros, debemos unirnos a esta conclusión, la cual tiene una razón muy grande, la misericordia que hemos recibido de Dios.