Por lo cual, teniendo nosotros este ministerio según la
misericordia que hemos recibido, no desmayamos. (2Corintios 4:1)
Todo aquel que ha recibido de Dios un ministerio, es probado
muchas veces a tal grado, que puede contemplar la posibilidad de desertar o
desmayar.
El Apóstol Pablo lo reconoce, y sabe que esto se debe a que
la excelencia del poder es de Dios y no de él o de los otros ministros. Sin
embargo, llega a una conclusión: No desmayar.
Pues debido a que el ministerio (servicio a Dios) se recibe
por misericordia (no por capacidades propias) entonces podemos seguir adelante.
Si el ministerio se tuviera por capacidades propias o por currículum personal,
entonces al ver nuestra flaqueza podríamos renunciar, sería quizás válido o
justificado.
Pero el ministerio lo recibimos por misericordia, y esto nos
da un mejor fundamente para continuar. Pues Dios que nos da un ministerio por
misericordia, también nos extiende esa misma misericordia para que sigamos
adelante.
No desmayar entonces es la conclusión que llena el corazón
del Apóstol Pablo, y es la que debe llenar el corazón de todo servidor de Dios,
de todo padre o madre de familia responsable de guiar y cuidar de su familia, y
de todo ministro responsable de llevar la Palabra.
No desmayar debe ser la conclusión después de las grandes
tormentas que azotan la mente o el corazón.
La conclusión es en plural porque nos alcanza a nosotros,
debemos unirnos a esta conclusión, la cual tiene una razón muy grande, la
misericordia que hemos recibido de Dios.