Es un espacio para no oírnos a nosotros mismos, sino a la Palabra que ha permanecido por cientos de años, que desafía y transforma a aquellos que por un momento guardan silencio en sus agitadas mentes y escuchan con atención.
Por esto es importante que el Mensaje de la Palabra lo recibamos como es, puro, sin alteración, porque Ella hará lo que Dios quiere en nosotros, salvarnos y bendecirnos.
"Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina." (Tito 2:1)
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