martes, 21 de junio de 2011

Caminando Hacia la perfección

“Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados.” (Hebreos 10:3-4)



En los sacrificios de la Ley de Moisés, cada año se hace memoria del pecado, pero eso tiene una razón, la sangre de los animales no pueden quitar dichos pecados.


Esa es la poderosa razón por la cual la voluntad del Padre se movió a favor nuestro, que estábamos siempre rondando en nuestros pecados, como una animal que es atado a un poste, sin poder salir libres a una vida de gracia.


Es tan serio el hecho de que no podíamos salir a una vida de gracia, que la Voluntad del Eterno Dios se movió a favor nuestro para iniciar una obra determinante, salvadora y libertadora. Por esto la Escritura dice:


“Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo.” (Hebreos 10:5)


Dios mismo, no quiso sacrificio ni ofrenda. Pues todo esto no podía alejarnos del pecado, y aún cada año se hacía memoria de los pecados. La vida del hombre no puede rondar siempre así, no es la voluntad de Dios que sigamos así.


Entonces Dios preparó el plan de la encarnación del Hijo Eterno, cuyo propósito es que nosotros dejemos completamente el pecado, el cual ni siquiera deberá estar presente en nuestra memoria.


En verdad debemos orar para que se haga la voluntad del Padre, como en los cielos, así también en la tierra. Su voluntad es que seamos salvos, su voluntad es que seamos santificados, su voluntad es que le sirvamos siendo libres del pecado. En esa voluntad somos santificados, ¡Alabamos a Cristo por su encarnación!


Dejando aún la memoria de nuestro pecado, por medio de Cristo, sigamos adelante a la perfección.


“Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y NO ME ACORDARÉ de tus pecados.” (Isaías 43:25)


Dios mismos nos dio la promesa desde el Antiguo Testamento de que no se acordará de nuestros pecados, lo cual es sólo posible por la encarnación de Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo. Gracias damos a Dios por su don inefable.

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