“Y habéis ya olvidado la exhortación que como
a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del
Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él” (Hebreos 12:5)
Veamos un aspecto
que es totalmente provechoso para nosotros como hijos de Dios: la disciplina de Dios.
La disciplina de Dios es provechosa como pocas cosas en la vida. Cuando un niño crece, quizás se le
olvidarán algunos de los juguetes o pertenencias que llegó a tener en su niñez, pero la
formación que le den los padres, le acompañarán toda la vida. Esa formación
determinará mucho de su futuro, de su estabilidad, y de su paz.
Así la disciplina
es fructífera porque es formativa, su provecho es de largo alcance, es integral, y es como una semilla de paz
para el futuro. Sin embargo, al principio, cuando la recibimos no es causa de alegría y refrigerio, sino de aflicción y a veces hasta desánimo.
La perspectiva que debemos tener de la disciplina
Por tal razón es necesario que
valoremos la disciplina del Padre, pues si sólo vemos el dolor podríamos pensar que no tiene caso el sufrimiento, podríamos decir: "¿por qué a mí?" y podríamos acercarnos al desánimo.
Pero la disciplina debe ser motivo para que recordemos nuestra posición como hijos de Dios por medio de Cristo, pues la disciplina del Padre muestra primeramente que somos sus hijos, y a futuro también imprime en nuestra
alma el cuidado amoroso de Dios para la formación de nuestro carácter.
Por esto, no debemos ver la
disciplina desde otra perspectiva, sino de la de hijos de Dios por medio de Cristo,
debemos ver que es muy grande el don de Dios para que seamos sus hijos. La
Biblia nos dice: 1 Juan 3:1: Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos
llamados hijos de Dios.
De modo que al ser hijos, tenemos
también el beneficio de ser formados por el Padre Eterno quien nos disciplina
para lo que es provechoso, y para que participemos de su santidad.
Ejemplos de la disciplina
La disciplina de Dios se puede mostrar en varias maneras, desde la reprensión que proviene de Su Palabra, las consecuencias de nuestros actos, la aspereza de nuestros semejantes, y algunas otras formas, sin embargo, en medio todas ellas, podremos encontrar que Dios forma nuestro carácter, nos limpia, y nos permite adquirir sabiduría.
¡Cuánto debemos saber reconocer nuestras
faltas, y cuánto debemos reconocer que como hijos de Dios, también estamos bajo
Su autoridad! Por esto el temor de Dios que debemos tener nosotros, debe ser el
temor de hijos, que reconocen a su Padre como autoridad, el cual no nos destruirá por completo, pero sí nos formará y corregirá.
¿Qué haremos al saber que hay disciplina?
Por tanto, Dios corrige y no nos deja sin castigo, pero lo hace como un Padre amoroso, pues también nos
enseña, previene, y consuela para que sigamos adelante. Debemos orar entonces, sabiendo que hay disciplina, para que seamos hijos entendidos, y para que no tengamos muchos azotes, pidamos a Dios dominio propio,
y gracia para guardarnos de todo mal.
El que tiene en poco la
disciplina menosprecia su alma; mas el que escucha la corrección tiene
ENTENDIMIENTO. (Proverbios 15:32)
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