Para responder a esta pregunta, tenemos que recordar a aquel apóstol Pedro,
llorando amargamente aquella madrugada cuando negó al Señor delante de la gente.
Sí, podría haber muchas razones, excusas, etc., pero lo cierto es que Pedro, el
seguidor de Cristo, lloró amargamente.
También Pablo admite grandes sufrimientos, y no sólo él,
sino que cada seguidor de Jesucristo pasa por aflicciones que agobian su alma,
y muchas de ellas vienen al ver nuestra condición tan pobre para glorificar a
Jesucristo.
Otras aflicciones vienen de fuera, del trato de la gente, o
de las circunstancias cuando no corren a nuestro favor, así que tenemos que
reconocer que la angustia o la tristeza muchas veces vienen sobre nosotros de
una forma que es difícil echarlas fuera.
Sin embargo, en medio de las tristezas, la Biblia nos dice
que el Consolador, el Espíritu Santo enviado por Jesucristo, estará con
nosotros todos los días, sí los buenos y los malos días. Su Presencia en
nosotros es lo único que hace posible que en la tristeza esté el gozo del
Espíritu. No es necesario que hagamos grandes esfuerzos para que el Espíritu
Santo esté con nosotros, pues Él nos ama, y es promesa de Cristo Su Presencia
constante.
“Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo,
sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella
han sido ejercitados.” (Hebreos 12:11)
No hay comentarios:
Publicar un comentario