A veces quisiéramos que Dios nos contestara todas nuestras
peticiones, y hasta nos hacemos como niños y nos enojamos si algo no lo hemos
recibido. Normalmente, cuando esto pasa, es porque pedimos cosas temporales. No
vamos a decir que son cosas malas, pero sí temporales.
Hay cosas temporales que también son buenas, sin embargo
pasarán, y en un tiempo ya no estarán más con nosotros. No está mal que
busquemos de Dios las cosas temporales, de hecho eso es lo que debemos hacer,
pero a veces ponemos todo nuestra vida y afán en esas cosas, y aquí es en donde
entramos en un dilema.
Las cosas temporales pasarán, y si nosotros pusimos nuestra
vida o corazón en esas cosas, no tendremos un fundamento eterno. El Señor sabe
que necesitamos las cosas temporales, pero no quiere que nuestra vida repose en
ellas, porque pronto se irán o cambiarán.
Cuántas veces hemos visto que el amor de alguien se cambia
en odio; o que el dinero de alguien pierde su valor para adquirir lo verdadero; o
que una bella casa es el escenario de experiencias dolorosas; o que los
títulos académicos no son suficientes para abrir puertas.
Las cosas temporales pueden ser útiles, pero no para
siempre; tienen cierto valor, pero hay algo mejor que Dios siempre nos quiere
dar: Un reino inconmovible:
“Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos
gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia” (Hebreos
12:28)
El Señor Jesús dijo que primero busquemos este reino, porque
aquello que es primero se convierte en “fundamento”, lo que es primero es en
donde está nuestro corazón y nuestra vida, y después dijo que todo lo demás
vendrá por añadidura.
Deja que el reino de Dios sea el primer asunto en tu vida, y
todas las cosas, como dijo el Señor, vendrán por añadidura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario